No hay juicio después de la muerte

¿Para ser juzgado o para ser amado?

Durante una experiencia cercana a la muerte (ECM), muchas personas cuentan que han vuelto a ver toda su vida junto a un ser de luz. Sólo parece surgir una pregunta, siempre la misma: «¿Cómo amaste?».

Una revisión intensa de la vida… pero sin juicios

Los Emisarios describen una escena estremecedora: ven pasar ante sus ojos cada pensamiento, cada palabra, cada acción de su vida, como si todo su pasado volviera a la superficie, pero esta vez, sin máscara, sin justificación, sin filtro.

Mejor aún, sienten el impacto exacto de sus acciones en los demás: la alegría que han traído… o el sufrimiento que han causado. Lo experimentan todo desde el punto de vista de la otra persona, con una claridad que no deja lugar a la ilusión.

Y sin embargo, a pesar de esta verdad desnuda, no se les impone ningún juicio.

«No había nadie que me condenara, excepto yo. La Luz no me juzgó en absoluto. Todo era amor y comprensión.

«No era un tribunal. Era un aprendizaje. Y yo era mi propio juez.

El amor incondicional como telón de fondo

Esta ausencia de condena a veces resulta chocante. En nuestras sociedades basadas en el castigo, el mérito y el juicio, esperamos un Dios que castigue. Y, sin embargo, quienes experimentan la presencia de Dios vuelven transformados. No por miedo. Por amor.

Raymond Moody, pionero en la investigación de la ECM, lo resume así:

«Quienes regresan de esta experiencia sienten un deseo inmenso y urgente de cambiar su forma de vivir. Quieren dedicar mucho más tiempo y energía a ayudar a los demás y a regocijarse en el amor que reciben y dan.»

«Si no hay juicio… ¿para qué ser justos?»

Es una pregunta que surge a menudo. Sin juicio externo, ¿qué nos impulsa a prestar atención a los demás?

La respuesta de la ECM es clara: no es el miedo lo que transforma, sino la conciencia y el amor.

Tomemos el ejemplo de este hombre, antiguo mafioso, que se sometió a una ECM. Durante la experiencia, sintió todo el sufrimiento infligido a sus víctimas y a sus familias. Esta toma de conciencia le sacudió hasta lo más profundo. Al volver a la vida, lo dejó todo para dedicarse a la ayuda humanitaria. No buscaba la «redención»: simplemente se había convertido en un hombre diferente.

La ausencia de juicio no es la ausencia de consecuencias

Algunas personas pueden pensar que el amor incondicional anula todo lo que hacemos. Pero esto es un error. No hay condena, pero sí consecuencias.

«Lo más importante no era lo que había hecho en mi vida, sino quién era yo, en lo más profundo de mi alma. Y mis acciones habían contribuido a formar a esa persona».

Nuestras acciones, pensamientos e intenciones dan forma al ser en que nos convertimos. Influyen en la calidad de nuestra conciencia, en nuestra capacidad de amar y de irradiar.

Incluso sin castigo, cada acción deja una huella, no en un «registro criminal cósmico», sino en la textura misma de nuestra alma.

¿Y la reencarnación?

Si abrazamos la noción de reencarnación, esta transformación interior adquiere un significado aún mayor. Cada vida, cada acto, cada elección contribuye a la evolución espiritual del alma y a su progreso hacia una mayor luz, sabiduría y amor.

Algunas almas, según los relatos de la ECM, incluso se niegan a acercarse a la Luz por miedo a ser juzgadas. Entonces permanecen en un estado intermedio y doloroso, no porque la Luz las rechace, sino porque no se permiten acercarse a ella.

Una revolución silenciosa: pasar del juicio al amor

La ECM nos invita a cambiar de paradigma:

  • Del miedo al castigo a la responsabilidad por amor.
  • Del juicio exterior a la conciencia interior.
  • Del rendimiento moral a la autenticidad del corazón.

Lo importante no es ser un «buen alumno» ante un Dios-jurado, sino vivir en el amor y la alegría.

En otras palabras:
Lo que cuenta no es «ser un buen alumno» ante un Dios-jurado, sino ser un ser de amor consciente y transformado.

En pocas palabras :

  • La revisión de vida es un despertar radical, experimentado con un ser de luz, sin condenación.
  • El amor es la única ley, y la evaluación de la vida la hacemos nosotros mismos, a la luz de lo que hemos dado y recibido en el amor.
  • La ausencia de juicio no significa impunidad: nuestras acciones transforman profundamente nuestras almas.
  • Este proceso transforma a las personas, que regresan con una conciencia ampliada y sed de amor.

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